Gracias al estudio
científico ganador del premio IG Nobel de Medicina en 2011, hoy sabemos a
ciencia cierta que razonar, prestar atención, memorizar o tomar decisiones
importantes no son buenas ideas cuando las ganas de orinar son “extremas”. De
hecho, ese sufrimiento tan particular provoca tal merma en las funciones
cognitivas que no es nada recomendable conducir o manejar maquinaria pesada con
la vejiga repleta.
La cultura popular también
afirma que, de rutina, retener la orina más allá de lo que pide el cuerpo
tampoco es nada beneficioso para la salud y que incluso la vejiga (o los
riñones) pueden llegar a explotar si alguien se pasa en su entusiasmo por
aguantarse. Basta como prueba gráfica de esta creencia popular el capítulo de
los Simpsons “Problemas renales”. En este capítulo, los riñones del abuelo
revientan como consecuencia de un aguante urinario sobrehumano durante un largo
viaje. ¿Qué hay de verdad en la cultura popular sobre aguantarse las ganas de
orinar? ¿Es realmente perjudicial?
La angustiosa y dolorosa
sensación que aparece cuando la vejiga se encuentra llena de orina es, sin
duda, un estímulo fisiológico contundente. Ese sufrimiento, que se hace eterno
(especialmente cuando no hay un baño cerca) y que se incrementa por momentos,
no es, definitivamente, una señal favorable para aguantarse las ganas. El
origen de esta sensación se encuentra en varios tipos de receptores sensoriales
(de presión, dolor, volumen y táctiles) localizados entre las paredes
musculares de la vejiga. Cuando ésta se va llenando más allá de los 150-220 ml
(aunque varía según la capacidad de la vejiga de cada uno) empiezan a enviar
esas inconfundibles señales de dolor y sensación de llenado al cerebro, dando
una fuerte motivación para aligerar carga.
Pero, ¿qué ocurre si la
persona no puede satisfacer este instinto primario? En principio, no podemos
generalizar sobre los efectos. Las consecuencias dependerán, sobre todo, de la
frecuencia y la magnitud con la que se mantiene la vejiga llena. Aguantarse las
ganas de orinar de vez en cuando no va a tener consecuencias apreciables para
la salud. El problema radica en que (por circunstancias laborales u otros
factores) retrasar la micción sea algo más frecuente y cotidiano. En este
último caso sí que se ha comprobado que aparecen riesgos apreciables. El
principal: un pequeño incremento del riesgo de padecer infecciones urinarias de
la vejiga (cistitis), sobre todo en mujeres.
La explicación a este hecho
es sencilla: cada vez que orinamos, se produce una eliminación por arrastre de
las bacterias presentes en la uretra. Se evita así la migración de estos
microorganismos a áreas más profundas del tracto urinario como la vejiga que,
de normal, son estériles. Sin embargo, si la persona micciona con poca
frecuencia y mantiene la vejiga llena durante bastante tiempo, las
posibilidades de que las bacterias proliferen y migren hacia territorios como
la vejiga se incrementan. La razón por la que las mujeres son más proclives a
este problema es una cuestión de tamaño… de la uretra. La longitud de la uretra
femenina es notablemente inferior a la de la uretra masculina, por lo que las
mujeres son mucho más proclives que los hombres a padecer infecciones
urinarias. Sencillamente, las bacterias tienen que recorrer menor distancia
hasta llegar a la vejiga.
Cálculo de estruvita
Si la persona que mantiene
con frecuencia su vejiga llena sufre infecciones urinarias también se enfrenta
a otro problema, todavía más grave: la formación de cálculos renales de
estruvita (contienen fosfato, amonio y magnesio). Con cada infección urinaria,
las probabilidades de que se formen estos cálculos de estruvita aumenta, ya que
las infecciones producen un “caldo de cultivo” propicio para este tipo de
pedruscos que pueden contemplar a su derecha y que duele sólo de verlo.
¿Es verdad que la vejiga o los riñones puedan explotar por
aguantarse las ganas de orinar?
Así pues, como vemos, ni los
datos, ni las sensaciones fisiológicas, animan a aguantarse las ganas de
orinar. Aún así, desde la cultura popular se han extendido muchas exageraciones
que no tienen apenas fundamento. El más llamativo: Si aguantas mucho tiempo sin
orinar, te explotará la vejiga o los riñones.
Este hecho es falso y sólo
podría producirse en circunstancias muy excepcionales ya que la vejiga es un músculo
muy grueso y resistente. Tanto es así que los antiguos balones de fútbol solían
hacerse con vejigas de cerdos cubiertas de cuero. Antes de la vejiga llegase a
explotar o afectase a los riñones por estar demasiado llena de orina, la
persona tendría escapes involuntarios debido a la presión de este líquido. La
historia es bien diferente cuando existe algún elemento extraño o deformación
en el tracto urinario que imposibilita la salida de la orina pudiendo afectar
gravemente a los riñones, al causar una hidronefrosis pero, ni de lejos, llegan
a explotar.
Por lo demás, por mucha
voluntad que haya para retener la orina, si la vejiga está llena, la orina
terminará saliendo como consecuencia de la presión y ni la vejiga ni los
riñones explotarán. Ahora bien, como decía anteriormente, hay excepciones. Si
alguien sufre un accidente de tráfico con la vejiga medianamente llena y sufre
un impacto en la zona en donde está localizada, se puede producir su explosión
(sería como golpear un globo lleno de agua) con fatídicas consecuencias, ya que
se produce la liberación de orina en el interior del organismo. También puede
ocurrir la explosión de la vejiga si su pared se encuentra notablemente
debilitada por alguna razón (alguna operación quirúrgica, radioterapia, etc.).
Así pues, como hemos visto,
aguantarse las ganas de orinar no es que sea precisamente beneficioso pero
tampoco tan dañino como para llegar a causar explosiones internas en
situaciones normales.
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