miércoles, 18 de marzo de 2015

ES PERJUDICIAL AGUANTAR LAS GANAS DE ORINAR






Gracias al estudio científico ganador del premio IG Nobel de Medicina en 2011, hoy sabemos a ciencia cierta que razonar, prestar atención, memorizar o tomar decisiones importantes no son buenas ideas cuando las ganas de orinar son “extremas”. De hecho, ese sufrimiento tan particular provoca tal merma en las funciones cognitivas que no es nada recomendable conducir o manejar maquinaria pesada con la vejiga repleta.

La cultura popular también afirma que, de rutina, retener la orina más allá de lo que pide el cuerpo tampoco es nada beneficioso para la salud y que incluso la vejiga (o los riñones) pueden llegar a explotar si alguien se pasa en su entusiasmo por aguantarse. Basta como prueba gráfica de esta creencia popular el capítulo de los Simpsons “Problemas renales”. En este capítulo, los riñones del abuelo revientan como consecuencia de un aguante urinario sobrehumano durante un largo viaje. ¿Qué hay de verdad en la cultura popular sobre aguantarse las ganas de orinar? ¿Es realmente perjudicial?

La angustiosa y dolorosa sensación que aparece cuando la vejiga se encuentra llena de orina es, sin duda, un estímulo fisiológico contundente. Ese sufrimiento, que se hace eterno (especialmente cuando no hay un baño cerca) y que se incrementa por momentos, no es, definitivamente, una señal favorable para aguantarse las ganas. El origen de esta sensación se encuentra en varios tipos de receptores sensoriales (de presión, dolor, volumen y táctiles) localizados entre las paredes musculares de la vejiga. Cuando ésta se va llenando más allá de los 150-220 ml (aunque varía según la capacidad de la vejiga de cada uno) empiezan a enviar esas inconfundibles señales de dolor y sensación de llenado al cerebro, dando una fuerte motivación para aligerar carga.

Pero, ¿qué ocurre si la persona no puede satisfacer este instinto primario? En principio, no podemos generalizar sobre los efectos. Las consecuencias dependerán, sobre todo, de la frecuencia y la magnitud con la que se mantiene la vejiga llena. Aguantarse las ganas de orinar de vez en cuando no va a tener consecuencias apreciables para la salud. El problema radica en que (por circunstancias laborales u otros factores) retrasar la micción sea algo más frecuente y cotidiano. En este último caso sí que se ha comprobado que aparecen riesgos apreciables. El principal: un pequeño incremento del riesgo de padecer infecciones urinarias de la vejiga (cistitis), sobre todo en mujeres.

La explicación a este hecho es sencilla: cada vez que orinamos, se produce una eliminación por arrastre de las bacterias presentes en la uretra. Se evita así la migración de estos microorganismos a áreas más profundas del tracto urinario como la vejiga que, de normal, son estériles. Sin embargo, si la persona micciona con poca frecuencia y mantiene la vejiga llena durante bastante tiempo, las posibilidades de que las bacterias proliferen y migren hacia territorios como la vejiga se incrementan. La razón por la que las mujeres son más proclives a este problema es una cuestión de tamaño… de la uretra. La longitud de la uretra femenina es notablemente inferior a la de la uretra masculina, por lo que las mujeres son mucho más proclives que los hombres a padecer infecciones urinarias. Sencillamente, las bacterias tienen que recorrer menor distancia hasta llegar a la vejiga.

Cálculo de estruvita



Si la persona que mantiene con frecuencia su vejiga llena sufre infecciones urinarias también se enfrenta a otro problema, todavía más grave: la formación de cálculos renales de estruvita (contienen fosfato, amonio y magnesio). Con cada infección urinaria, las probabilidades de que se formen estos cálculos de estruvita aumenta, ya que las infecciones producen un “caldo de cultivo” propicio para este tipo de pedruscos que pueden contemplar a su derecha y que duele sólo de verlo.

¿Es verdad que la vejiga o los riñones puedan explotar por aguantarse las ganas de orinar?

Así pues, como vemos, ni los datos, ni las sensaciones fisiológicas, animan a aguantarse las ganas de orinar. Aún así, desde la cultura popular se han extendido muchas exageraciones que no tienen apenas fundamento. El más llamativo: Si aguantas mucho tiempo sin orinar, te explotará la vejiga o los riñones.

Este hecho es falso y sólo podría producirse en circunstancias muy excepcionales ya que la vejiga es un músculo muy grueso y resistente. Tanto es así que los antiguos balones de fútbol solían hacerse con vejigas de cerdos cubiertas de cuero. Antes de la vejiga llegase a explotar o afectase a los riñones por estar demasiado llena de orina, la persona tendría escapes involuntarios debido a la presión de este líquido. La historia es bien diferente cuando existe algún elemento extraño o deformación en el tracto urinario que imposibilita la salida de la orina pudiendo afectar gravemente a los riñones, al causar una hidronefrosis pero, ni de lejos, llegan a explotar.

Por lo demás, por mucha voluntad que haya para retener la orina, si la vejiga está llena, la orina terminará saliendo como consecuencia de la presión y ni la vejiga ni los riñones explotarán. Ahora bien, como decía anteriormente, hay excepciones. Si alguien sufre un accidente de tráfico con la vejiga medianamente llena y sufre un impacto en la zona en donde está localizada, se puede producir su explosión (sería como golpear un globo lleno de agua) con fatídicas consecuencias, ya que se produce la liberación de orina en el interior del organismo. También puede ocurrir la explosión de la vejiga si su pared se encuentra notablemente debilitada por alguna razón (alguna operación quirúrgica, radioterapia, etc.).


Así pues, como hemos visto, aguantarse las ganas de orinar no es que sea precisamente beneficioso pero tampoco tan dañino como para llegar a causar explosiones internas en situaciones normales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario